Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones.
Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.
(Proverbios 3:11-12)
Muchas veces pasamos por luchas y tribulaciones. A través de muchas de ellas aprendemos, o por lo menos, deberíamos aprender. Recuerda que todo lo que acontece en nuestra vida debe apuntar a la gloria de Dios, hasta los tiempos de dificultad. Está engañado el que piensa que aceptar a Cristo le asegura vivir sin esfuerzo y sin luchas.
Vivir con Cristo es estar consciente de que en medio de las dificultades y desafíos Dios siempre estará con nosotros. Saber que Dios está a nuestro lado hace una gran diferencia en la manera en la que encaramos los problemas de nuestra vida. Por eso no debemos despreciar la Palabra de Dios. Por más dura que pueda ser, son esas palabras las que nos llevan a la vida eterna.
La Palabra de Dios es como podar una planta: se hace un corte para mejorar su crecimiento. Dios nos "poda" de ciertas cosas de las que inicialmente nos parece difícil desvincularnos, mas con el tiempo nos damos cuenta de que Dios nos colocó en la dirección correcta. Por eso debemos estar atentos, pues toda disciplina dada por Dios es para nuestro crecimiento espiritual. ¡Él quiere nuestro bien y no hay por qué temer!
¡Él es nuestro bien!
Si el Espíritu Santo inquieta tu corazón a hacer - o a dejar de hacer - algo, ¡obedece! Ciertamente esa es la mejor elección a tomar.
Sé humilde de corazón. Un corazón humilde acepta la reprensión y la instrucción.
Dios desea nuestro bien. No hay nada que Dios haga que tenga como fin humillar a sus hijos. En caso de que te encuentres en pecado, reconócelo y pídele perdón a Dios. Él es misericordioso. ¡Siempre!
Para orar:
Señor Jesús, quiero agradecerte por tu presencia y tu protección. Enséñame a vivir de acuerdo con tu Palabra. ¡Ayúdame a crecer! Quiero aprender más de ti. En tu nombre, Jesús, amén.
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